lunes, 4 de enero de 2010

Los Loros


Si hay algo que me gusta de los restaurants de la familia Sosto, es que entienden profundamente de que va el negocio. Hay que ser gastronómico de alma para entender ciertas cosas. Pero ser gastronómico, no es solo ser cocinero... es venir de una familia que se dedicó a esto por generaciones, es sentir la pasión y asumir los riesgos, es estar al pie del cañón porque en este rubro más que en ningún otro, el ojo del Amo engorda el ganado. Antes en Lucky Luciano y ahora en Los Loros, encontrás detrás de la barra a Luciano, destacadísimo sommelier de la escena local, al que no se le caen los anillos por sacar las aguas de la heladera o acercarse a una mesa que ve en apuros. Y así es como un se siente en restaurant de gastronómicos y no de inversionistas.
Fuimos un mediodía a esta esquina por gracia de Dios poco intervenida, en San Telmo, donde se respira un aire de otros tiempos, donde se para el reloj... por las ventanas amplias se ven las callecitas, las puertas de colores, las enredaderas que suben por los muros linderos, se ven postales de una Buenos Aires que enamora. Tiene muebles antiguos, exibidores de platos, detalles adorables, como las arañas que penden del techo.

Se escucha el silencio, algo apreciado y tan escaso hoy por hoy... hay una propuesta de menú del mediodía con principal ,bebida y café. La carta es sencilla, algunos sandwiches, pastas, platos sencillos, buena pastelería... cosas ricas que reconfortan, comida de verdad. Pedimos el sandwich de bondiola en pan con anis ($24) exquisito! sale acompañado de unas papas cuña, a las que para ser perfectas, les falta una salsa en donde mojarlas, y una pasta sarteneada con pollo y tomates cherrys ($27) de postre, una deliciosa mousse ($18) y la mención especial para la limonada, hecha en el momento en licuadora y con menta, una maravilla, fresca, sutil, refrescante... vale la pena probarla. Hay rico pan casero y una mesa a la entrada con platos con tentaciones dulces, muffins, budines, tortas... todo pensando para a acompañar un café o té bien remolón, suspirando y pensando como sería el mundo hace 70 años.

Mi puntaje: 8

EE.UU. 302 (esq. Balcarce)

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