sábado, 27 de febrero de 2010

Astrid & Gastón

Gastón Acurio, tiene mucho que ver en la difusión de la cocina peruana de los últimos años, autor de libros de cocina como "500 años de fusión" ha sido un promotor incansable de las maravillas e su tierra, del maíz y la pesca, del cilantro y el limón, cultor de cocina clásica y orgullosamente peruana, tiene restaurants en Perú, Chile, Colombia, Ecuador, México, Venezuela España y Argentina, no es poco!! Sobre la elegante calle Lafinur a pasos del Zoo porteño y en una casona estilo chalet marplatense, se ha instalado por estas pampas, con la propuesta que lo acompaña en todas sus casas: platos típicos de la culinaria de su país más algunas platos de alto cocina con lo mejor de cada región, acá sirven lomo, cordero y trucha patagónica, entre otros propuestas. El petit hotel es impactante, con muchas mesas distribuidas en habitaciones, lo cual puede ser amoroso o... si te toca una mesa en el medio del pasillo, poco coherente con la propuesta. Los colores estridentes y subidos más las espléndidas sillas tapizadas en terciopelo, hacen al recuerdo de la majestuosidad y la riqueza del imperio inca. Una perlita: en la zona del bar, si uno mira arriba, hay espejos en el techo y reproducciones de arte... interesante, no? La cocina está a la vista en cuanto uno entra, pero no enmarcada de un modo bello y desentona un poco con la majestuosidad de los espacios. El servicio es prestado por camareros muy entrenados en los componentes de los platos y las porciones a pedir... y eso tiene una explicación: ellos son peruanos, nadie mejor para recomendar con pasión lo que se saborea desde la cuna. Por supuesto amables, educados, gentiles y sonrientes, un hallazgo entre tanto niño malcriado de la zona de Palermo. La carta es grande, clara y separada por secciones bien diferenciadas (lo cual sumado a la excelente iluminación y a la baja música, indica que es un lugar evidentemente para público maduro). La panera tiene un pan exquisito de queso envuelto en una fina capa e hojaldre, grisines caseros y finitos que son una delicia y pan francés, y se acompaña con manteca y un aderezo de cilantro, que por $16 el cubierto, parece un tanto pobre. Pedimos un cebiche mixto de entrada ($56) correctísimo pero con poca alma, de principales lomo salteado ($59) cuyos enormes cubos de carne impedían la saborear el sellado típico e estos métodos de cocción, y un chupe de langostinos,($56) rico pero sin estridencias, con más líquido del que solemos preferir en una sopa- comida principal, donde el caldo es también guarnición . No nos ofrecieron picante de ningún tipo para enriquecer los platos. Cuidado con el café tan retinto que parece quemado, aunque la impecabilidad de la espuma, afirma por suerte lo contrario. Mi puntaje: 7,5 Lafinur 3222

martes, 23 de febrero de 2010

Caseros


El boulevard Caseros, en su último tramo antes de chocar con la parte de atrás del Museo el Parque Lezama, ofrece una deliciosa postal de otro tiempo, como si el ritmo de vida de pronto fuera otro, como si volviéramos a tener tiempo para escuchar los pájaros y contemplar el pulmón verde que tenemos por delante, a solo unos pasos. De veredas anchas y rojas y ritmo provinciano, es una delicia, un oasis a metros del caos.
Este lugarcito amoroso, debe su nombre a la Avenida sobre la que se situa y al tipo de comida que ofrecen: platos caseros, bien de familia, en vajilla heredada de alguna abuela, un poquito cachada pero no por eso menos encantadora, los principales, se sirven en porcelana Verbano. El lugar está decorado con guiños a las cocinas de las abuelas, con vegetales a la vista, mesas y sillas blancas... en cada mesa una frutera, todo muy de entre casa, todo slow.

El servicio lo componen 2 camareras simpáticas y sonrientes, bastante atentas pero algo olvidadizas, entorpece el buen desempeño de las mismas, el hecho de tener que servir el pan de a 2 rebanadas a cada comensal en platito individual con una pinza... el pan es rico, se acaba rápido y la demanda nunca es satisfecha pro completo.
La carta es corta, y está impresa en hojas sueltas q van llegando a la mesa, como enormes naipes. Entre francesa y caserisima, está sólidamente resuelta por cocineros con mucha experiencia (ex Mallman y Faena). Al mediodía tienen una opción de entrada, principal, bebida y café por $32. Probamos: croquetas de arroz (en livianisima fritura, casi etéreas) acompañadas con ensalada verde ó tostaditas bien crocantes, con rodajas de berenjena y zuchinnia al horno y escamas de parmesano con ensalada de rúcula. De los principales probamos un mero al horno con remolachas, chauchas, zanahorias y morrones, delicioso, tambien unos penne rigatti salteados con tomate fresco y zuchinni... Puede si no, ser el de hoy: palometa asado sobre colchón de morrones, cebolla, papas al pimentón y rodajitas de tomate por encima... una delicia! De la carta de postres : copa con frutas rojos $15, flan de coco $11 o manzana asada $12. El café es exquisito.

Mi puntaje: 8,5

Av. Caseros 486, San Telmo T. 4307-4729

miércoles, 17 de febrero de 2010

Le Sud


Los restaurants van teniendo la impronta de quien los conduce, de quien se ubica detrás de los fuegos y día a día conduce una brigada de profesionales. Si el chef es delirante, se nota... se es soberbio, se nota.... si es un apasionado amante de su trabajo y de la comida TAMBIÉN SE NOTA! Con el cambio de conducción en los fogones de Le Sud pasamos de una cocina soberbia, pomposa y delirante a una cocina que hace lucir lo mejor de lo mejor de nuestra fauna y flora, con un menú más sencillo, donde se luce la materia prima sin artificios. El restaurant abrió sus puertas con el francés Thierry Tzonka y tiene hoy en día al humilde y gran cocinero, Olivier Falchi. El cambio se nota y se agradece. El salón es un precioso sitio con vista a la calle Arroyo, con mesas de exquisita madera negra y unos comodísimos sillones, con vajilla impecable y vasos de fino cristal labrado, aun así, no resulta chocante ni pretenciosa, tiene unos bellos óleos en los nichos del asparedes principales y el resto de la vista se recuesta sobre la recepción del hotel. El servicio es super atento, discreto, cálido... bien uniformados y bien entrenados. Los panes (maravillosos: carta de música, focaccia, 2 variedades de negros, baguette, saborizados y más) los sirven permanentemente desde una canastita muy mona, aunque no siempre la reposición sigue le ritmo del consumo. Con ellos llega una manteca de salmón ahumado, un aceite saborizado y un queso crema con sésamo. Pronto una mouse bouche: dados de zapallo infusionados con hierbas y queso parmesano, con un pétalo amarillo (me hizo temblar pensando en comida rara.. pero por suerte fue el único exotismo con el que nos topamos). De entrada pedimos las mollejas con mini verdes ($45) untuosas, y perfectas, se deshacían en la boca, junto con el tartare de pescados y ostra ($48) con los dados cortados quizás un tanto grandes, con aderezo de sésamo tostado, no sorprende. Principales: una INCREÍBLE y maravillosamente bien cocinada merluza negra ($85) sale con un salteado de berberechos y camarones, respetando el punto en que se convierte en delicia, con sal Maldon por encima... ESPECTACULAR. El otro principal fue la costilla de ternera con papas ($82) un plato simple que no debería fallar... aunque no nos preguntaron el punto de cocción y la terneza no era una virtud de la vaquita en cuestión. No llegamos a los postres, nos detuvimos en el café, acompañado con macarons. A la salida, un gesto precioso: una bolsita con cookies para las damas. Mi puntaje: 9 Arroyo 843 Reservas al 4131-0130