Ya les conté del paseíto hasta el Lower East Side en Manhattan, de las capas inmigratorias que cubrieron el barrio convirtiéndolo en el sitio más densamente poblado del mundo en esa época en que la guerra, el hambre y la pobreza empujaban a miles de inmigrantes del este de Europa, en su mayoría judíos, a buscar suerte en otros puntos del globo. Les conté de las casas bajas, de las sillas municipales abulonadas, de las callecitas estrechas y del glorioso Kat´z...
Bueno, ahora les vengo con el cuento de otro local histórico y maravilloso, que queda en la misma cuadra, con el sol bañando la vidriera y montones de personas apretadas dentro. En 1908, un alemán llamado Joel Russ, consigue casarse y en 1914 luego de tener a las 3 hijas del título, pone su primer tienda de abarrotes, que incluye salmones y arenques salados y curados de diferentes modos y procedencias. Es tal el éxito que con los años, se dedica casi en exclusividad a dicho producto. Las pequeñas Russ ayudan en el negocio luego del colegio y los fines de semana.
Hoy por hoy, el negocio sigue en manos de miembros de la familia, que llegaron a este mundo, según cuenta la leyenda, luego de que los maridos de las chicas, probaran los productos del padre.
El local es pequeño, no tiene ninguna mesa, pero sí 2 mostradores y un par de bancos en la vereda. De un lado, se expende el salmón, del otro, productos típicos de la confitería tradicional, como el Halva, y fruta en conserva.
La espera es mucha, pero la atención es amable, y paciente. El sistema es más o menos así: después de sacar números y esperar mucho, te toca tu turno entonces elegís un pan, (bagel casi con seguridad) luego uno de los más o menos 8 salmones que están disponibles para sándwich, te lo filetean pacientemente en el momento directamente de la penca, complementás con un buen creamcheese (también a elección) y pagás la suma de esos 3 productos. Simple.
Nosotros pedimos un bagel con sésamo, salmón escocés y crema de escalonias y una limonada envasada especialmente para este local y pagamos unos u$s 18 (sí! es muy caro) y nos fuimos a la placita de la esquina a comer al sol un bocado perfecto.
domingo, 14 de julio de 2013
lunes, 8 de julio de 2013
La Bonne Soup (New York)
Antes del viaje, había leído en guías y páginas sobre este restaurant, incluso amigos cercanos me lo habían recomendado. TENÍA que probar, por lo menos para poder dar mi opinión! Así que un día de mucho frío, lluvia y viento, llegamos felices a la puerta de este pequeño bistró francés, en las cercanías del MOMA. Aunque estabamos muy cerca de las 2 de la tarde, el sitio estaba repleto, con gente esperando afuera.
El local, es pequeño, con un entrepiso, y una cocina parcialmente a la vista, con baños diminutos y no del todo limpios, lo que me llamó la atención, porque en New York en general, relucen. Nos tocó una mesita casi a la entrada, casi pegadita a la de al lado.... y a la del otro lado y así.
El servicio eficiente, en manos de un camarero latino (Claro que sí... ) es rápido, pues el menú es muy sencillo. Todo está organizado en combos, del tipo ensalada + sopa + postre. Como en todos los sitios en USA, ofrecen agua en jarra sin cargo. Por lo tanto la desición de pagar una bebida es estrictamente personal, cosa que veo con simpatía.
Tambien en la carta, están los mejores y más clásicos platos de la cocina francesa.
Pedimos una sopa de cebollas MA-RA-VI-LLO-SA! que me llevó a Paris, a otro día lluvioso y frío... a otros viajes y otros recuerdos. Un placer enorme! tambien probamos la de hongos y vegetales, más parecida a un consomé, con mucho sabor a tierra, bosque e invierno. Todo venía acompañado por una ensalada fresca y un postre: flan o mousse de chocolate.
Vale la pena.
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