El mediodía nos hace correr, nos pone tensos, sobre todo si estamos en el microcentro y el enjambre de oficinistas nos atropella a codazos, para hacer rendir esa escasa hora, donde hay que comer y despejarse... Por suerte, nos encontramos con pequeños oasis en la ciudad, remansos donde recordar que la vida es bella y el buen servicio también. Para eso, los hoteles son especialistas.
En una ubicación privilegiada, balconeando perezosamente sobre la Plaza San Martín, se encuentra el NH Crillón, y en el primer piso, el restaurant, que es digno de conocerse. Un cubo vidriado, donde el remosado del salón antiguo, se hizo con muy buen gusto ,destacando la llegada de luz a todos los rincones, con una banqueta corrida sobre una del as paredes y diferentes propuestas de mesas, no oculta que es el desayunador del hotel pero se reconvierte efectivamente para albergar almuerzos de placer o de trabajo. (no está abierto de noche).
El servicio es atento, sonriente, paciente. Haciendo gala de una calma que viene muy bien a esa hora del día donde parece que todo es urgencia. Para destacar, la ropa que lucen. La carta es corta, pero variada y apetecible, con una excelente relación de precio-calidad. Además no cobran cubierto, Y ofrecen un shot de ensaladita tabouleh. Ricos pancitos.
Pedimos la pesca del día con guarnición de zuchinnis y berenjenas salteadas ($34) terminado con unas escamas de sal gruesa, en un punto preciso y precioso el pescado. También la ensalada de verdes variados con langostinos empanados con sésamo ($36) delicada y con un aderezo alimonado. También la limonada con jengibre ($15) que hubiese sido deseable que tuviera gusto a jengibre. El café, delicioso y con la espuma perfecta ($9) sale con un cuadradito de apple crumble de cortesía.
Para darse un gusto, mimarse y disfrutar de una bella postal de Buenos Aires.
Mi puntaje: 8,5
Av. Santa Fé 796